BATALLA DE LEPANTO

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Situación de la batalla.

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Los venecianos eran los "siguientes" en las intenciones expansionistas de los turcos. De ahí que fueran los que más se alegraron "La meravigliosa e gran vitoria...."

 

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La nave capitana, "La Real" de Juan de Austria, Capitán de la Santa Liga de Lepanto. Medía más de 60 metros de eslora. Hay una reproducción en Barcelona, en el Museo Marítimo.

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El Cristo de Lepanto:

Se conserva en la Catedral de Barcelona. En un rótulo dicen:

"San Cristo de Lepanto. Según la tradición oral esta imagen (Siglo XV) presidió la galera capitana del bando cristiano que en el golfo de Lepanto hundió la flota otomana el 7 de octubre de 1571, durante el pontificado del Santo Padre Pío V." 

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Según un relato, una bala de cañón llevaba dirección de impactar sobre él pero la figura, milagrosamente, se ladeó ligeramente esquivando el proyectil. Así quedó.

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Se le atribuyen muchos milagros.

En el Monasterio de Ntra Sra. de Guadalupe en España podemos contemplar un enorme farol capturado de uno de los navíos de guerra musulmanes en la Batalla de Lepanto.

En Roma, en el techo de Santa Maria en Aracoeli podemos observar las decoraciones en oro tomadas de las galeras turcas.

En el palacio Doges de Venecia hay una gigantesca bandera islámica, trofeo de la victoria sobre uno de los barcos turcos en la batalla de Lepanto.

En la Basílica Santa María la Mayor, cerca de la tumba del Papa Pío V, había otra bandera islámica de la batalla, pero fue devuelta a Estambul en 1965 como gesto de concordia.

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Combate entre la Real y la Sultana

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Galera

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Disposición de los barcos en la batalla.

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Grabado italiano del golfo.

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¿Sería así la batalla? Testigos quedaron para contarla...

MÁS INFORMACIÓN:

Con la caída de Constantinopla, capital del Imperio de Oriente, en manos de los turcos en 1453, toda Europa se veía amenazada por la expansión del imperio otomano.

Seliman firmó con Venecia un tratado de paz que respetó mientras vivió, pero su sucesor el sultán Selim II no sólo rompió el acuerdo con la conquista de Chipre, territorio veneciano, sino que amenazó con llegar a Roma y conquistar la Iglesia de San Pedro para dar allí de comer a su caballo.

Resueltos a defender su religión de la invasión turca, los cristianos plantaron batalla a los musulmanes, que hasta entonces se habían mantenido invictos. El entonces legendario Don Alvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, les desafió en Mazalquivir y Orán pero rehusaron presentarle batalla.

En 1565 la Orden de Malta, junto con La Valette y Don García de Toledo defendieron la fortaleza de Malta del ataque musulmán. Pero a pesar de la decisión con que combatían los cristianos, el propio papa Pío V no pudo reunir una cruzada cristiana para terminar definitivamente con la amenaza.

No fue hasta después de la conquista de Chipre, que supuso una victoria aplastante para la mal defendida guarnición y que terminó con el asesinato de sus 20.000 habitantes, cuando una nueva llamada del papa provocó el interés del rey español Felipe II.

Unido con los caballeros de la Orden de Malta y con los comerciantes de Venecia, por lógica el siguiente objetivo turco, el rey español organizó una Liga que en poco tiempo reunió casi trescientas naves y un ejército de cincuenta mil hombres, principalmente españoles aunque también varios miles de voluntarios italianos.

España pagaba la mitad de los costes, un tercio los venecianos y una sexta parte el papa de Roma. Los beneficios de los botines se repartirían en la misma proporción, Venecia conservaría las tierras conquistadas en Europa y Asia y España las africanas.

El mando de la expedición fue confiado a Don Juan de Austria, hijo de Carlos I y hermanastro de Felipe II. El prestigio de Don Juan no tenía parangón, con sonadas victorias contra la piratería en el Mediterráneo y contra los últimos reductos moriscos de Las Alpujarras.

El liderazgo de Don Juan logró la aclamación general por su designación y la de su amigo y camarada de lucha Luis de Requeséns en calidad de consejero. Otros destacados generales de la época se unieron a la empresa.

La flota turca estaba formada por 230 galeras y un centenar de navíos auxiliares. A su mando estaba Ali Pasha, designado por el sultán Selim II. El gran visir Muhamad y el general Piali completaban el alto mando turco.

La flota cristiana no llegó a tiempo de salvar el sitio de Famagusta, la principal ciudad de Chipre, que asediada por Ali Pasha terminó por ser conquistada y todos sus defensores ajusticiados.

Unidas las naves de Piali con las argelinas de Ali, comenzaron el saqueo del Adriático acercándose a Venecia. La flota cristiana se puso en marcha a mediados de septiembre desde el puerto de Messina buscando en las costas griegas la armada de los turcos.

El Golfo de Lepanto separa de este a oeste la península del Peloponeso de la costa griega. La parte más exterior del golfo se conoce hoy como Golfo de Patras, y la más interna Golfo de Corinto. En este último si situaba el fortificado Puerto de Lepanto.

Ali Pasha había mantenido su flota anclada en este puerto durante seis semanas. Finalmente, y aún sin saber dónde se encontraba su enemigo, abandonó el puerto y fue a resguardarse a una bahía cercana. Sus exploradores le llevaron allí la noticia de que el enemigo se encontraba en Cefalonia, una isla muy próxima.

Al amanecer de la siguiente mañana, 7 de octubre de 1571, los vigías de Kara Kosh informaron del movimiento de la flota española, que se dirigía con rumbo sur a lo largo de la costa. La flota turca levó anclas y se preparó para la batalla, a la espera de que las primeras naves españolas rodearan el cabo que las separaba del golfo de Lepanto.

Tan pronto como ambas armadas estuvieron frente a frente, adoptaron su orden de batalla y tomaron posiciones. La izquierda cristiana la ocupaban las naves venecianas, la derecha era defendida por las genovesas y maltesas y las españolas y romanas ocupaban el centro. Un grupo de reserva estaba al mando de don Alvaro de Bazán.

Hacia media mañana se escuchó un cañonazo solitario, proveniente de la nave capitana turca. Era, según la costumbre de la época, el desafío de los turcos a la flota cristiana, cuya artillería contestó inmediatamente con los dos disparos que significaban la aceptación del reto.

Las galeras egipcias que se situaban en la derecha de los turcos, atacaron duramente a las naves venecianas, hundiendo ocho de ellas antes de que el almirante Venevio llegara en su auxilio con las reservas que había ocultado tras un promontorio. La destrucción de la nave capitana turca provocó la huida del resto.

Las naves de la Orden de Malta recibieron la peor parte del ataque de Ali. Su capitana fue rodeada por siete contrarias y tomada al abordaje. Los genoveses la recuperaron enseguida haciendo huir a los turcos, pero para entonces todos los tripulantes de la nave habían sido exterminados.

El almirante Piali atacó directamente la nave de Don Juan de Austria, quien le presentó la proa produciendo un choque terrible que dejó ambas naves unidas por los puentes y convertidas en un sangriento campo de batalla.

La intervención del Marqués de Santa Cruz y don Luis de Requeséns con las 35 naves de reserva precipitó el resultado del lado cristiano y pronto el estandarte turco fue arriado por los occidentales. La muerte de Piali determinó la victoria de la Liga y el final de la batalla.

Eran las cuatro de la tarde y el mar aparecía rojo de sangre y cubierto de cadáveres en muchas millas a la redonda. En cinco horas habían muerto 35.000 hombres. Algunos barcos turcos intentaban escapar y eran perseguidos por naves cristianas, pero la lucha principal había finalizado.

De las 230 naves turcas, 117 fueron capturadas por los cristianos y menos de 50 lograron huir, aunque parte de ellas estaban demasiado dañadas para mantenerse en uso y tuvieron que ser incendiadas. Se calculan en 75.000 los muertos turcos de la batalla, y otros 5.000 fueron hechos prisioneros.

Amenazada por el empeoramiento del tiempo, la flota cristiana se refugió en una bahía cercana donde los capitanes supervivientes celebraron con Don Juan de Austria la victoria sobre el enemigo.

La armada cristiana había perdido entre siete y ocho mil hombres. Los heridos se contaban en un número doble que el de las bajas y no más de diez o quince galeras habían sido hundidas. Unos quince mil prisioneros cristianos, utilizados como esclavos en las galeras turcas, fueron liberados.

Abatida la hasta entonces invicta armada turca, Lepanto significó una derrota definitiva para el poderío marítimo del Islam. A partir de aquella batalla, la importancia del imperio otomano decayó definitivamente.

Las noticias de la victoria sobre los musulmanes recorrieron enseguida toda Europa y provocaron la celebración general y la aparición de innumerables historias, cuentos y canciones que relataban la batalla.

Venecia celebró la victoria con particular y comprensible entusiasmo, erigió una capilla para conmemorar la victoria y le dedicó la fiesta del siete de octubre. Poco después estableció con Selim II un nuevo pacto que garantizara la actividad comercial de Venecia.

Este acuerdo, junto con la muerte de Pio V y la prioridad para Felipe II de acabar con la guerra de los Países Bajos impidieron llevar adelante los planes de conquista de Constantinopla. Precisamente a los Países Bajos fue enviado Don Juan de Austria en calidad de gobernador, donde murió con sólo treinta y tres años de edad de una fiebre tifoidea.